sábado, 17 de septiembre de 2011

La naranja humana

Ahora me encuentro vislumbrando a lo lejos una gran corteza redonda y porosa. Siento en mí una gran
necesidad de penetrarla, pero a la vez tengo miedo de encontrarme conmigo de nuevo. Pero decido que
no hay ningún riesgo dado que me encuentro en la misma situación que antes, entonces lo único, que
imagino obtendría, sería la verdadera significación de esta realidad que me circunda. Me acerco a ella y
el miedo parece disiparse con los olores que desprende: una viva fragancia dulce.
Sonrío ante las situaciones imaginarias que mi mente formula: me espera más vida en el interior.
Entonces sujeto mi pie derecho en un espacio de la corteza para verificar que mi cuerpo sea también
capaz de integrarse completamente y al empujarme con fuerza hacia la misma dirección, como si
formara parte de ella después de comprender su dureza e impregnarme de su fragancia, en un instante
ya me había incorporado en su intenso color naranja.
Mis sentidos se extasiaban al presenciar todo aquello: hollejos que en una dimensión inmensamente
mayor a la mía simulaban más bien una red lisa y franqueable que rodeaba a enormes gajos
perfectamente distribuidos en once divisiones curvas; el cítrico olor de la pulpa que se impregnaba
en mi ropa, la suave textura de sus paredes interiores parecían olvidar la rigidez que caracterizaba su
cáscara, el movimiento casi imperceptible de las semillas en su anhelo por ser liberadas y finalmente, el
deliciosamente sencillo sabor azucarado percibido a través del rozamiento de mis labios con sus gajos.
¡Todo aquello era un gozo corpóreo!
Estoy rodeada de sensaciones nuevas y la inquietud que mi curiosidad evoca, en un segundo el
bienestar la transforma y serena…Aunque de mucho que siento poco analizo. Y cuando me descubro
en una nueva realidad, me maravillo ante dos semillas, que daban la impresión de bailar a lo largo de
un gajo, que realizan un cambio en su coloración. En aquel lugar que suponía era el centro del fruto, se
habían modificado las tonalidades claras que se distinguían entre amarillo y naranja, proporcionando
al interior una extraña oscuridad que consumía todo a su alrededor: sabores, olores y texturas. Este
cambio ha provocado en mí resurgiera el miedo que sentía: el bienestar ha cesado y recargada en las
paredes aún lisas, dejo caer poco a poco mi cuerpo imaginando que lo sumergía enteramente en las
profundidades de una naranja.
Publicado por Tanya Villarreal.

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